domingo, 30 de octubre de 2011

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HERIDAS QUE NUNCA CIERRAN

No hay nada para mí como echar un día de toros en compañía de los amigos, y si encima los que torean, forman parte de los amigos, no se puede pedir mas, y así ocurrió en el festival al que asistí este mes de abril tan cargado de recuerdos y emociones.

Dicen que hay heridas que nunca se cierran, y casualmente estas suelen ser las del alma, quizá sea por eso que todos los que se han puesto delante del toro queden presos para siempre de esas sensaciones, ese veneno no te abandona nunca y no entiende de circunstancias, edades o generos, esto es así y ya está, es por eso que en ocasiones vemos reaparecer a toreros, algunos mayores incluso faltos de facultades. No vuelven por solo por dinero como piensan algunos, no creo que haya dinero que pague o justifique lo que se pasa delante de un toro, hay un componente mucho mas fuerte que el económico, y es el sentimental, tienen la necesidad de volverle a ver la cara "al de las patas negras", de volver a expresarse y a sentirse lo que siempre fueron, y eso únicamente puede brindarselo el toro. No olvidemos que ser torero no solo es un oficio, si no una filosofía de vida, una manera de vivir y de sentir.

Ví por primera vez a Alberto, un lejano junio del año 1986, yo estaba sentado en el tendido de la madrileña plaza de Las Ventas, el iba vestido de grana y oro, y alternaba esa tarde con Paco Machado y con Luis Miguel Calvo, aquel que protagonizó la serie Juncal y que hoy es banderillero en las filas de Rivera Ordoñez.La novillada pertencía a Jose Romero, aquel al que años mas tarde compró El niño de la capea para formar el hierro que lleva el nombre de sus hijos.
Pasaron muchos años y por esas casualidades de la vida volvímos a cruzarnos en el camino, he podido comprobar que a pesar de lo largo de ese camino, no se le ha ido ni una gota de ese profundo amor y respeto que siente por el toreo, posiblemente sea por estas cosas que digan que el torero, nace , o aquello de que el que nace torero, muere torero.
El caso es que tras un tiempo en el que ya lo trate en la distancia corta y en el que comenzamos una gran amistad, nos plantamos en este mes de abril, con Alberto vestido de corto y a punto de hacer el paseillo en un festival junto a matadores de toros de aquella otra época como Juan Carlos Vera, o como su primo, el sastre de toreros Enrique Vera que también fue novillero triunfador en los inicios de los ochenta.


El cielo estaba encapotado, y durante toda la mañana no paro de chispear, que malajá, con los buenos días que ha estado haciendo y hoy despierta así. Que mas dá, siempre escuché eso de que con la lluvia fina los animales embisten mejor, además, no hacía nada de viento, no se movía una hoja, esto también es de toreros, el toreo bajo la lluvia tiene un halo de romanticismo y hoy es un día para disfrutar, así que . . . Vámonos pá lante ( Evidentemente por mis palabras, entenderan que no era yo el que iba a torear )
Mas de veinte kilos, había perdido Alberto en apenas cuatro meses, tal es el profundo respeto que siente por esta profesión, por este y por otros muchos motivos yo sabía que aquello iba a salir rodado, lamentablemente, esto es de dos, y los novillos a excepción de uno, no quisieron colaborar en un día tan especial. Aún así, Alberto estuvo tremendo con el novillo, dejó retazos del torero que es y ofreció un aperitivo de lo que está por venir, pues conociendo al prenda, estoy convencido de que aquí no acaba la historia.


ALBERTO BALLESTER   POR   DANIEL  LOZANO


Salió a recoger las orejas junto a su hijo pequeño, la cara de satisfacción y de felicidad lo decía todo, en ese momento la mayor de las envidias recorrió todo mi cuerpo.
Tras el festejo, comida y juerga flamenca que duro lo que duran los días de toros en compañía de los amigos y cuando estos, son los que torean.

Me alegro de corazón de este triunfo y de todos los que seguro quedan por llegar. Mi mas sincera enhorabuena a un pedazo de torero, y a una de las personas con mayor calidad humana que he conocido en mucho tiempo.

Enhorabuena , torerazo.

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